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EL ORDEN DEL AMOR

  • Foto del escritor: cristina ricagno
    cristina ricagno
  • 30 abr 2018
  • 5 Min. de lectura

Llegamos a nuestra edad madura rotos. Fragmentados, confundidos... con una gran cortina de humo que nos muestra maya (ilusión) como la única verdad. Nos creemos esa ilusión y nos alejamos de nuestra verdadera naturaleza. Se agranda la grieta causando dolor y sufrimiento. Una sensación de constante vacio y carencia. Creemos que si alguien aparece y nos "ama" seremos felices, completos, plenos... que de esta forma y en manos de otra alma todo se solucionara milagrosamente. Entonces hacemos responsables al resto, al amor de una pareja, de los hijos, los padres, la familia, amigos... decidimos que son "otros" los que nos hacen felices. Buscamos en los demás aquellos que, creemos, somos incapaces de darnos a nosotros mismos. Lo leemos, y pensamos que es simple. Pero el "decir" y el "hacer" suelen vivir en planetas diferentes y rara vez sus atmósferas se sincronizan.

En física, la inercia es la resistencia que presenta la materia al modificar su estado de repososo (o movimiento).

En Yoga, a ese estado se le llama TAMAS (inercia).

En este mundo moderno parece estar cada vez mas presente la cualidad tamasica. La inercia envuelve actos y acciones tan maravillosas como amar, desde un dedo que desliza imágenes y decide conocer a tal o cual hasta engullir comida altamente procesada en ambientes y compañías que nada tienen que ver con alimentar y nutrir. Cuanto menos esfuerzo requiera todo pareciera tanto mejor. Maya. Ilusión.

Es de esta forma que gran parte de nuestras decisiones están basadas en nuestra educación y nuestra cultura, tendiendo siempre hacia una misma postura... y volvemos a responsabilizar al espacio/ tiempo en el cual nacimos... instalarse en la inercia pareciera ser mas simple, esta actitud tamasica donde instalamos el lamento, la pena, el miedo, la inmensa carencia de amor... y todo se resuelve a "no hacer".

Queremos un destino que posiblemente requiera cambiar de rumbo en mas de una oportunidad, enfrentando las consecuencias de nuestros actos y de esta fuerza inerte que resiste el impulso de cambio constante, al cual, naturalmente pertenecemos.

Tener una meta clara, parece no ser suficiente (aunque es muschisimo).

Decidir parece ser el gran primer paso... le damos mucha importancia al primero de todos esos pasos... antecede a la meta el camino que queremos recorrer, el camino que tenemos y el que nos toca recorrer. Si resistimos nos quebramos. La flexibilidad ante el cambio sera fundamental para llegar a la meta y saber que existen diversos factores que harán soplar vientos, rugir cielos o que nos impedirán seguir.

Hace unas semanas hice el ascenso al cerro Champaqui en Cordoba. No pude evitar pronunciar mis pasos de la mano del yoga y encontrar esta mágica unión siempre presente.

Entender que el sendero lisito y amable no existe. Una vez más subestimé el camino.

Que todo son piedras, piedras y mas piedras. Que si miraba a la cumbre no seguía, razón por la cual solo podía prestar atención a cada uno de mis pasos, cortos y constantes, completa atención a la respiración, a cada uno de mis músculos, a cada pensamiento, a cada emoción que vas barriendo y decidís dejar por que pesa mucho y no suma.

A menudo se cree que el yoga es un sendero amable que vas cruzando dando saltitos lleno de mariposas y flores, que quienes lo transmitimos somos seres luminosos y pacientes, que solo tenemos espacio para velas y sahumerios... no es así.

El yoga no es algo pasivo, es muy similar a subir una montaña. Parece bello, bellisimo y es durisimo. Te rompes toda y sentis que no podes. Te enfrentas con lugares turbios dentro tuyo que salen a la luz y tenes que "hacer" lejos de la inercia que gobierna el mundo, acá no hay lugar para botones y aplicaciones. O seguís o seguís. Porque una vez que arrancaste por mas que mires para atrás jamas vas a poder volver.

El yoga proporciona lucidez y nos hace mas conscientes del camino, que de otra forma lo haríamos con algun atajo, a los ponchasos condenados a volver sobre nuestros pasos y andarlo de nuevo, una, y otra y otra vez. En definitiva el alma no conoce de tiempos y poco le importa los años que te lleve... el camino lo deberemos hacer igual y nos guste o no irá cambiando.

Ser flexibles al cambio y movernos desde el amor y la verdad pueden ser las piedras mas grandes y verdaderas que encuentres en este andar. Durisimo andar. No podes creer que podes. Pero podes. Y llegas! haces cumbre. Todo roto, el corazón todito lleno, aplastada la inercia podes con todo. Te llenas de vos mismo. No das mas! pero sabes, hay que seguir igual. Tenes que bajar lo que subiste. Tenes que desandar lo andando. Y lo haces. Y llegas al punto de inicio y tu alma esta tan brillante y despierta que solo piensa en volver a recorrer ese camino que le acomodo los caramelos en el frasco.

Subir una montaña, vivir una vida, un clase de yoga, una profesión, un rol, un vinculo... todo es un camino.

Todos tenemos una meta, una cumbre, y cuando llegamos nos damos cuenta que llegar no era lo mas importante.

En el camino y el correcto andar (aquel que te permite caer y tropezar, meter el pie en el agua, llenarte de ampollas, cargar con una mochila pesada y mal armada, pedir ayuda y aceptarla, no especular, dar lo mejor de vos, entender el tratado álmico de esos encuentros que simplemente son y asi y todo seguir) en ese camino es donde el amor se ordena.

Porque en el camino mal andado (aquel que sobrevuela el inerte atajo, la palabra incorrecta y superflua, el permitir e instalar las limitaciones, el seguir pasos ajenos pero "comunes", el creer que uno solo puede pero que estar solo está mal) en ese camino el amor se desordena a lo loco.

Y con el amor desordenado la palabra, el pensamiento y la acción van una para cada lado. Literal lo damos vuelta. Sostenemos vínculos insanos e invisibles, nos volvemos incapaces de sentir empatia por el mundo, entre el amor y nosotros sostenemos un velo que nos impide ver la verdad. Un velo estructurado en decires, haberes y sentires que no nos pertenecen.

Desde que tengo memoria repetía cual loro "mi sueño frustrado es subir montañas"

Cancele el sueño antes de arrancar siquiera.

Y un día subí una montaña. Me dí cuenta que podía, no sin antes desestructurar lo que me limitaba, rompí con el des-orden del amor y éste brillo por si solo, por entre las grietas de lo roto brillo muy fuerte... comencé a entender que todos podemos tener límites y que la verdadera libertad consiste en lo que hacemos desde ellos y por sobre ellos.

Y asi subí. Y fuí por mas. Y voy por mas. Siempre.

En el camino el amor se ordena, la fuerza de los elementos tiene un efecto muy poderoso en este orden. Nivelan la energía, muchas veces nos dan descargas durisimas que nos despabilan y nos acordamos que estamos vivos y que en el próximo segundo claramente podemos no estarlo. Entonces no solo se ordena el amor. Se ordenan las prioridades, las emociones, la vida.

Cual es tu cumbre?? hacia donde vas? estas prestando atención al camino? al orden?

Quiero ser de los que esperan mientras respiran.

De los que hacen mas de lo que dicen.

Quiero elegir correctamente y entender que para eso, mas que confiar en los demás debo confiar en mi.

Quiero poder andar liviana con el corazón abierto, confiando... en que nadie puede herirme si yo así lo decido.

Quiero poder decir "te amo" sin miedo.

Pedir lo que necesito.

Decir si, no gracias y adios. Con amor desde la verdad.

Quiero poder respetar el orden del amor y que, si acaso de desordena, asome alguna montaña para acomodar los tantos... que después de todo estamos acá por voluntad propia...

Sonreí.

Agradece.

Que un corazón agradecido es un imán de milagros


 
 
 
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